Andaduras por la sierra de Aracena

Fregenal de la Sierra, Cumbres Mayores, La Nava, Jabugo, Almonaster, Gil Márquez, Valdelamusa, Tamujoso, El Cerro, Calañas, Los Milanos…”, retahíla de nombres que he querido recordar acompañados de la musiquilla característica con que debían ser entonados para una correcta descripción  de la línea férrea que, atravesando la Sierra de Aracena, discurría entre Badajoz y Huelva. Y se preguntará el lector que a queé viene esto… Bueno, pues resulta que, persiguiendo a mi amigo Pepe Olivero en sus caminatas por los pueblecillos y aldeas de esta sierra, han acudido a mí recuerdos de lo que no conozco salvo en forma de viajes imaginarios por una línea de ferrocarril que mi padre recorrió durante varios años como empleado de correos y que (parece mentira) mi madre ha sido capaz de repetirme casi al dedillo tantos años después.

“Los Marines, Fuenteheridos, Castaño del Robledo, Cortelazor, Corterrangel, Castañuelo, Carboneras…”; ahora tengo nuevos espacios en mi mente, ya no desconocidos gracias a mi amigo Pepe, que me ha enseñado otra cancioncilla en cuya letra el hilo conductor no es el ferrocarril sino los caminos, veredas y repechos de estos montes y aldeas, recorridos con ansia y avaricia de sensaciones y aire puro por este enamorado de los castaños y alcornoques. Y es que Pepe consigue transmitir sensaciones en las que, como en la música, los silencios tienen a veces más valor que las notas, y compone una partitura en la que durante varios compases te inunda con el cromatismo de los paisajes serranos para, de pronto, dejarte respirar y empapar por los silencios que constituyen su diálogo con la naturaleza.

Conmigo lo has conseguido, amigo Pepe… Has provocado recuerdos y has puesto palabras a sensaciones que creía dormidas y que, afortunadamente, he podido reconocer en otros paisajes o momentos. Espero que vuelvas por Aracena, que te pasees por las playas del palo al atardecer, que deambules por la ramblas y desiertos de Almería y recorras los valles de Sierra Nevada y los pueblos de La Alpujarra. Otros lectores y yo lo necesitamos para poner palabras a nuestros diálogos con el silencio. ¡Gracias, Pepe!

Jaime Rodríguez Martínez

Catedrático de Ecología de la

Universidad de Málaga


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